Daremos cuentas, aun de lo que hacemos en secreto

Durante las semanas recientes, el mundo diplomático internacional ha entrado en pánico a consecuencia de las publicaciones realizadas por el portal WikiLeaks, en las que se divulgan secretos políticos y militares que ponen en riesgo las relaciones entre los países envueltos.  Más de 200,000 documentos secretos fueron subidos al sitio, cuyo nombre es una palabra compuesta... Wiki: Que bien podría significar "rápido, veloz", ó ser un acrónimo de la frase en inglés "what I know is" o "lo que yo sé es".  Yleaks: Goteo, filtración.

El fundador de este website, el australiano Julian Assange, amenaza con sacar a la luz pública mucha más información de la que hasta hora ha puesto a circular, en caso de que los gobiernos afectados intenten bloquear el servicio, o en caso de que su integridad se vea en riesgo.

¿Cuántos secretos más podrían filtrarse?... ¿Qué consecuencias nefastas para la seguridad mundial podrían acarrear?... No lo sabemos.  Pero queda demostrado que los secretos, sean éstos gubernamentales o personales, pueden ser muy peligrosos si caen en las manos equivocadas.

Personas hay que sufren profundamente por no poder contar a otros lo que les atormenta.  Relatos de hechos bochornosos que les inundan la vida, y les roban el sueño.  La única manera de librarse de esa penuria es confesarlo todo (Salmos 32:3); antes de que alguien más se entere por otros medios, y de manera inadecuada.  La Palabra de Dios dice: "Y nada hay encubierto que no haya de ser revelado, ni oculto que no haya de saberse" (Lucas 12:2).  Además, la Biblia nos habla de un día en el cual todos nuestros secretos serán revelados (Romanos 2:16).  Por tanto, confesemos hoy mismo nuestras culpas ante el Padre Celestial.  Él no los divulgará, ni nos hará sentir peor; sino que en cambio nos liberará, nos mostrará su misericordia, y nos perdonará completamente.

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