Detente y Piensa

Parece que cuando tenemos prisa y estamos retrasados, solo tropiezas con los semáforos en rojo. Aunque son irritantes cuando vamos corriendo a una cita, los semáforos están allí para nuestra protección.
También necesitamos semáforos a lo largo de nuestro día. El trabajo duro y las agendas bien cargadas necesitan interrupciones con tiempos de esparcimiento y reflexión. Sin eso nos enfermaremos de gravedad con dolencias causadas por el estrés. El tiempo que se dedica a la recreación y la relajación puede rejuvenecer nuestro espíritu. Este poema de W.H. Davies nos dice que dediquemos tiempo a detenernos y contemplar:
Qué es esta vida si, llena de preocupaciones,
No tenemos tiempo para detenernos y contemplar.
No hay tiempo para estar de pie debajo de las ramas
Y fijar la mirada en las ovejas o las vacas.
No hay tiempo para ver, al pasar por los bosques,
Dónde las ardillas esconden sus nueces en la hierba.
No hay tiempo para ver, a plena luz del día,
Los arroyos llenos de estrellas, como las estrellas de la noche.
Hay dos maneras de pasar a lo largo de nuestra vida ocupada. Una es dejar de pensar. La segunda es detenernos y pensar. Muchos viven de la primera forma. Llenan cada hora con incesante actividad. No se atreven a estar solos. No hay tiempo para la serena reflexión de la vida. La segunda manera, detenernos y pensar, consiste en contemplar para qué es la vida y para qué fin vivimos. El significado literal de la palabra sabat es dejar de hacer lo que se está haciendo.
Durante este día, concédete unas minivacaciones de cinco a diez minutos. Quédate solo, tranquilo y escucha lo que te dice Dios. Dedica tiempo para estar a solas con Dios.
Una Vida Feliz consiste en Tranquilidad de la Mente. Marco Tulio Cicerón
1Timoteo 6:17
Dios... nos provee de todo en abundancia para que lo disfrutemos.

¡Solo agárrate!

Una niña pequeña estaba muy nerviosa ante la perspectiva de montar a caballo por primera vez, aun cuando iba a montar detrás de su abuelo, que era un excelente jinete. Cuando sus padres la ayudaban a montarse en el caballo, ella gritó: ¿Qué hago ahora? ¡Yo no sé montar a caballo! ¡Nunca lo he hecho antes! ¿Qué hago?.

Su abuelo le respondió con un tono reconfortante: No te preocupes del caballo, ni de cómo montarlo. Solo agárrate de mí, mi amor, solo agárrate de mí.

¡Qué gran consejo para nosotros hoy! Pensamos que nuestro día va a ser lento, pesado y aburrido, pero resulta en un día bien movido y agitado. En esos días es cuando necesitamos aferrarnos a nuestra fe en el Señor y permanecer en la montura.

Una de las formas más importantes en las que nos aferramos al Señor es mediante la constante comunicación con Él en un flujo continuo de oración y alabanza. Podemos orar en cualquier lugar y momento. Incluso un pensamiento de oración nos lleva a centrar nuestra voluntad y atención en el Señor y a depositar toda nuestra confianza en Él. Solo cuando perdemos el contacto con el Señor caemos en el peligro del pánico, la frustración, el frenesí y el fracaso que traen consigo.

El Señor conoce el final del camino desde el comienzo de cada día y sabe cuanto va a durar la presente agitación en tu vida. Sobre todo, Él sabe cómo guiarte con seguridad a través de cada desenfrenada cabalgata, conservándote en su divina paz durante todo el camino.


Cuando te encuentres metido en situaciones difíciles y todo parezca estar en tu contra, al punto de que sientes que ya no va a poder aguantar ni un minuto más, nunca te rindas entonces, pues ese es solo el lugar y el momento en que cambiará la marea.

Recuerda siempre que nunca montas solo en las bestias de la vida. El Señor está contigo y sostiene las riendas con firmeza en su mano. ¡Solo agárrate!

Todo lo que Dios nos llama a hacer, también hace posible que lo logremos. Anónimo.

Salmo 16:1
Guárdame, oh Dios, porque en ti he confiado.