Buscando mi origen en Dios

Buscando mi origen en Dios
“Así hemos llegado a saber y creer que Dios nos ama.  Dios es amor, y el que vive en el amor, vive en Dios y Dios en él” I Juan 4:16.
El más grande trabajo en el cual debo enfocarme y de lo cual debo aprender es acerca del amor.  La vida está llena de oportunidades para aprender del amor. Desde niños comenzamos a ser enseñados acerca del amor.  Siempre encontraremos en el mundo alguien dispuesto a amarnos y a recibir nuestro amor.  Nadie nace ya siendo un experto en el amor.  Eso es algo que hay que aprender.

En nuestro espíritu comienza despertar cuando comenzamos a recibir las primeras muestras de amor.   La Biblia dice que Dios es amor y por lo tanto si creo  que Dios me hizo y si él es amor, entonces no hay ninguna sombra de duda de que él me ha hecho con la capacidad de amar y ser amado.
Cada hombre y mujer cada día tienen múltiples oportunidades para aprender a amar.  El mundo no es un campo de juego, sino un salón de clase.  La vida no es un día de fiesta, más es un tiempo de educación.  La única lección con carácter de eternidad para todos nosotros aprender es cuanto puedo amar.  Pero, para poder amar con mayor calidad necesito aprender y se aprende a través de la práctica,.

Que es lo que hace a un esquiador ser un experto?  La práctica.  Qué a un músico ser un músico excelente?  La práctica.  Que hace a un deportista ser un campeón?.  La práctica. Que es lo que me hace a mi ser una persona que ama?  La práctica.  Y la vida está llena de oportunidades para amar.  Hoy quiero aprovechar esas oportunidades.

Si yo no doy ejercicio a mis brazos y a mis piernas, pronto se atrofiarán.  Los brazos y las piernas se hicieron para el movimiento.  Igual el alma se hizo para el ejercicio. Si no ejecuto ejercicio en mi alma, ella pronto se atrofiará y el amor es uno de los mejores ejercicios para el alma.  Si no practico el amor genuino y puro mi alma se enferma.
Los músculos del alma se enferma, la fortaleza de carácter se debilita, el vigor de la fibra moral se marchita y la belleza del espíritu se seca.  Amor no es una cosa de entusiasmo meramente, es la vitamina del alma.  El amor es la riqueza, la fortaleza y el vigor de expresión que rodea el carácter total del cristiano.

Gracias, Señor por darme la oportunidad de aprender a amar y comprender la grandeza de tu amor. Hoy, quiero ejercitar la belleza del amor en el concepto bíblico y cristiano.  Sé que cada día tú me das oportunidades para aprender a amar y darme amar.  Quiero no desperdiciar estas bellas y hermosas oportunidades.   Sé que quieres fortalecer mi alma en todas tus dimensiones.  Hoy quiero responder a tu amor.

Amando a mi Projimo.

Amando a mi Projimo.
“Un hombre bajaba de San Cristóbal a Santo Domingo en su motorcito. Por el camino tropezó con unos asaltantes que lo hirieron, le quitaron lo que llevaba y se fueron dejándolo medio muerto. Coincidió que bajaba por la carretera también un minibús lleno llenos de mojas y, al verlo, pasó de largo. Lo mismo un Evangélico: llegó al lugar, lo vio, y pasó de largo.
Un extranjero a quien en el pueblo consideraban un enemigo llegó donde estaba, lo vio y se compadeció de él. Le curó las heridas y se las vendó. Después lo montó en su carro, lo llevó a un hospital y lo cuidó. Al día siguiente pregunto cuánto eras el gasto y lo pago, se los dio al dueño del hospital y le encargó: Cuídalo, y lo que gastes de más te lo pagaré a la vuelta.
¿Quién de los tres se portó como un hermano del que cayó en manos de los asaltantes...?”.
Como se habrá dado cuenta sólo he “traducido” al dominicano la parábola del buen samaritano.
¿Qué respondería usted a la pregunta que hizo Jesús? Estoy seguro de que diría: “El que se compadeció, el que lo ayudó”.
“Pues ve tú y haz lo mismo”, dijo Jesús.
Es decir, que si vemos a una persona necesitada, debemos tener compasión y ayudarla, incluso si fuera enemigo nuestro.
“Amar a Dios y amar al prójimo”, dice Jesús que es el resumen de toda la ley y los profetas.
Y más adelante dice: “Ámense unos a otros como Yo les he amado. En eso conocerán que son discípulos míos”.
Todo está muy resumido y muy claro. Si vamos a Iglesia, si nos alimentamos con la comunión, si leemos con unción la Palabra, si oramos en secreto, todo eso y todo lo demás tiene un solo fin: recibir el don de amar.
La pregunta de hoy 
¿Cómo puedo yo amar a una persona si lo que siento por ella es rechazo? 

Si usted ama a quien le simpatiza o le cae bien, esto es amor natural, amor humano. Igual que si usted ama a “los suyos”, a sus amigos, a “sus” hijos. Eso lo hacen también los animales: una gallina defiende a sus pollitos y un perro  protege a sus cachorros.
El amor cristiano supera ese amor espontáneo.
Es un don de Dios. Es sobrenatural.
Con ese don se puede sentir aversión por una persona (por un enemigo, por ejemplo) y aún así no hacerle daño, no juzgarlo ni condenarlo, y en cambio puede tratar uno a los demás con la medida con la que uno mismo quiere ser tratado (ver Lucas 6, 27-38).
El samaritano es Jesús, usted y yo somos el hombre herido.
En su compasión por nosotros se manifiesta y se realiza el gran amor de Dios por usted y por mí.
Él es quien nos concede el don de amar sin que el otro se lo merezca y a cambio de nada.
Y una persona es feliz, exactamente en la medida en que reciba este don.

Aprendiendo de la dificultades

Aprendiendo de la dificultades
En la vida podemos ser golpeados con piedras tan grandes que nos dejen magulladuras y cicatrices tan grandes que con dificultad nos podremos levantar. Con cada golpe uno se cae, pero Dios siempre nos recoge.
Él nos quita esas piedras de encima y nos ayuda caminando junto a nosotros tomándonos de la mano.
La vida estará llena de pruebas y dificultades. Las llamo tormentas -tormentas que pueden consumir tanto de nuestra vida, tormentas que nos dejan aferrándonos con toda nuestra fuerza, esforzándonos por no soltar, luchando por sobrevivir.
Algunos de nosotros somos probados más duramente que los demás pero los fuertes que sobreviven estas tormentas son los que resultan victoriosos. Hay un sentimiento maravilloso que viene con la victoria de la fortaleza, perseverancia, determinación y en especial de toda fidelidad a Dios.
Con cada caida... con cada golpe... se aprende una lección.
Con cada lección viene el crecimiento. Con el crecimiento viene la madurez. Aprendemos a no lamentar la dificultad, sino a estar agradecido por ella. Debido a ella nos volvemos mejores.
No debemos voltearnos a mirar a nuestros errores pasados. Tenemos que tomar esos errores como parte de nuestra travesía hacia un mejor futuro. Necesitamos abrazar esas experiencias y permitirles moldearnos en lo mejor que podemos ser. Nadie sabe lo que la vida traerá.
Cada día vendrá con sus propios desafíos, pero necesitamos ser fuertes creyendo que Dios nos sacará adelante. Recordando su promesa de nuestra eternal paz y felicidad.
Los deportistas aman las dificultades porque ellas los hacen crecer. Los soldados saben sortear las hondonas. Los creyentes salimos en victoria de cada dificultad poque en él somos más que vencedores.
El Señor te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel. 1 Samuel 17:46.
Y pelearán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estoy contigo, dice El Señor, para librarte. Jeremías 1:19.





Señor, no puedo hacerla

Señor, no puedo hacerla
Señor, tu voluntad es correcta y buena;
Siempre la he querido en práctica poner,
Buscando aquella vida, de alegría llena,
Pero, Dios mío, ¡esto es difícil de hacer!

¿Entiendes tú? Mi trabajo es tan exigente
Que no tengo el tiempo para lo espiritual.
Pero, no es que yo no quiero ser diligente
En todo lo que determina mi destino eternal.

Es menester que yo goce de una vida social;
Y no puedo vivir siempre como un “santito”,
Pues, al fin y al cabo, soy un sencillo mortal
Que disfruta esta vida sólo por un momentito.

Un día, cuando tal vez haya más oportunidad,
Yo tenga toda la intención de aprovecharla;
Alegre, viviré conforme a tu divina voluntad,
Pero ahora, Señor, es que yo no puedo hacerla.

Eclesiastés 12:1
Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento.

Hoy Alcanzaré Misericordia.

Hoy Alcanzaré Misericordia.

Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Mateo 5:7.
No es justo que quien no quiere perdonar sea perdonado, ni quien rehusa dar al pobre sea aliviado en sus necesidades.
Dios nos tratará del mismo modo que tratemos a los demás, y los que se muestran dueños crueles y acreedores inflexibles serán tratados por el Señor con severidad. «Porque juicio sin misericordia será hecho con aquel que no hiciere misericordia».
Procuremos hoy dar y perdonar.
Aprendamos a sufrir y soportar.
No nos formemos juicios severos acerca de la conducta de las personas, no efectuemos compras ilícitas; no busquemos pendencias insensatas, ni seamos descontentadizos.
Sin duda alguna queremos ser bendecidos y deseamos obtener misericordia: seamos nosotros misericordiosos.
Para tener derecho a la misericordia, cumplamos las condiciones requeridas.
¿Acaso no es un deber grato el mostrarnos bondadosos?
¿No hallamos más dulzura en la bondad que en la cólera, en la indignación y en la falta de generosidad?
En esto hay ciertamente una bendición.
Además, obtener misericordia es un rico galardón.
Sólo la gracia soberana puede hacernos semejante promesa.
Demostremos a nuestros prójimos la misericordia en algunos denarios y el Señor nos perdonará «toda aquella deuda».
Hoy es buen día para practicar la misericordia ya que de esa manera seré un receptáculo de la misericordia divina.
Señor, Gracias por extender tu misericordia a mi vida y mostrarme tu amor tan eterno, quiero ser un canal de misericordia para otros.