La mejor época de la vida


A un grupo de chicos y adultos se les preguntó en un programa de televisión cuál es la mejor edad en la vida.
“Dos meses, porque te llevan en brazos, y te aman y te cuidan mucho”.
“Tres años, porque no tienes que ir a la escuela. Puedes hacer casi todo lo que quieres y juegas todo el tiempo”.
“Dieciocho años, porque ya terminaste el secundario  puedes conducir un automóvil”.
“Veinticinco, porque tienes más entusiasmo”.
Una niña de tres años dijo:  “La mejor edad es los veintinueve años, porque entonces puedes quedarte en casa, dormir y no hacer nada”.
“Cuarenta, porque estas en la cúspide de tu vida y tu vitalidad”.
“Cincuenta y cinco años, porque ya has cumplido con la responsabilidad de criar hijos y puedes disfrutar de la vida de los nietos”.
“Sesenta y cinco, porque puedes disfrutar la jubilación”.
La última persona, una señora mayor comentó: “Todas las edades son buenas, por lo tanto, disfruten la edad que tienen ahora”.
Si le presentamos nuestra vida a Dios cuando somos jóvenes, como un suave pétalo de rosa, tenemos más para ofrecerle y más para disfrutar.  Pero si le sacamos a esa rosa un pétalo por cada año que nos demoramos, para cuando alcancemos el invierno de la vida no vamos a tener más que un tallo desnudo para darle a Dios, y muy poco tiempo para disfrutar.
Ahora es la época de tu vida, pero el mejor momento para rendirle nuestra vida a Dios es cuando somos jóvenes.
Eclesiástes 12:1,6-7
Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud…
antes que la cadena de plata se quiebre…
y el espíritu vuelva a Dios que lo dio.

Tener voz… pero que me escuchen


La expresión “no fue sino hasta” se utiliza mucho en la literatura histórica para definir o aclarar el antes y el después de un acontecimiento o tendencia. En cada generación, época o siglo, se presentan eventos o cambios que después son descritos como “…no fue hasta el año YYYY que el ‘asunto’ comenzó a…”. Por ejemplo, leí un escrito en el que se señalaba que “no fue sino hasta Rousseau, cuando se empezó a desarrollar la pedagogía… él recuerda que la palabra ‘infancia’ proviene de la raíz etimológica equivalente a no tener voz…”

Es interesante ver cómo nosotros utilizamos muchas figuras del lenguaje (símil, metáfora, sinécdoque, metonimia, etc.) y muchos siquiera sabemos que lo hacemos. Por ejemplo, del escrito referido, eso de “tener voz” por decir “tener derecho”; o “tener voz y voto” por “tener derecho y que te hagan caso” (es mi traducción).  En este sentido, eso queremos todos, que tengamos derecho a hablar, pero que nos escuchen y nos hagan caso.

Como criaturas hechas por Dios, todos “tenemos voz”; sin embargo, fíjate cómo Jesús condiciona el que Él nos haga caso: “Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando” (Juan 15:14). Ese “si” condicional es grande, y yo lo traduzco “tienes voz, pero si no te sujetas a mis reglas, no serás escuchado”. El sabio Salomón, lo pone en palabras más fuertes: “El sacrificio de los impíos es abominación a Jehová; mas la oración de los rectos es su gozo” (Proverbios 15:8), lo que pongo en palabras llanas “Si quieres que Dios escuche tus oraciones, sigue Sus reglas; de lo contrario, tus palabras le serán molestas”.

Antes de exigir que seamos escuchados, revisemos los deberes que vienen con los derechos… aún más en nuestra relación con Dios.


Servir


 "Ahora, pues, temed a Jehová, y servidle con integridad y en verdad; y quitad de entre vosotros los dioses a los cuales sirvieron vuestros padres al otro lado del río, y en Egipto; y servid a Jehová." (Josué 24:14)

 Cada día llegan a nosotros noticias de personas famosas de la política, de la economía, del deporte, etc., etc., de que han sido descubiertos en cosas deshonestas, luego de haber estado por mucho tiempo haciendo lo malo y nadie se dio cuenta. Por cierto, esto no sucede sólo con los personajes famosos puede pasar también en cualquier otra actividad y afectarle a la gente común.

 Uno puede llevar una vida pecaminosa y a la vez seguir haciendo su actividad normal como si nada pasara. Pero en las cosas de Dios cuando la santidad se pierde, todo lo que se hace es inefectivo e irrelevante ante los ojos del Señor.

 Nuestro servicio a Dios debe estar caracterizado principalmente por la pureza y la santidad interior. Muchos tienen grandes dones pero poco fruto del Espíritu (amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio).

 Es por eso que el pasaje de hoy nos anima a temer (respeto reverente) por sobre todo al Señor. Es el respeto reverente el que me guarda de contaminarme y vivir en el pecado. Es el respeto reverente a Dios lo que hace que me aleje de aquellos “dioses” interiores que me seducen y gobiernan.

 La integridad es una característica interior que se refleja en la vida exterior. Es posible hacer acciones de integridad sin vivir en integridad, pero en el Reino de Dios debemos ser santos como El Señor es Santo.

 Cuando nuestro servicio a Dios tiene una mezcla de lo santo con lo pecaminoso, el efecto final no será productivo a los ojos del Señor. Dios siempre, y por sobre todo, mira el corazón, a EL no se le puede engañar. ¿Qué hay en nuestro corazón?