Tener voz… pero que me escuchen


La expresión “no fue sino hasta” se utiliza mucho en la literatura histórica para definir o aclarar el antes y el después de un acontecimiento o tendencia. En cada generación, época o siglo, se presentan eventos o cambios que después son descritos como “…no fue hasta el año YYYY que el ‘asunto’ comenzó a…”. Por ejemplo, leí un escrito en el que se señalaba que “no fue sino hasta Rousseau, cuando se empezó a desarrollar la pedagogía… él recuerda que la palabra ‘infancia’ proviene de la raíz etimológica equivalente a no tener voz…”

Es interesante ver cómo nosotros utilizamos muchas figuras del lenguaje (símil, metáfora, sinécdoque, metonimia, etc.) y muchos siquiera sabemos que lo hacemos. Por ejemplo, del escrito referido, eso de “tener voz” por decir “tener derecho”; o “tener voz y voto” por “tener derecho y que te hagan caso” (es mi traducción).  En este sentido, eso queremos todos, que tengamos derecho a hablar, pero que nos escuchen y nos hagan caso.

Como criaturas hechas por Dios, todos “tenemos voz”; sin embargo, fíjate cómo Jesús condiciona el que Él nos haga caso: “Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando” (Juan 15:14). Ese “si” condicional es grande, y yo lo traduzco “tienes voz, pero si no te sujetas a mis reglas, no serás escuchado”. El sabio Salomón, lo pone en palabras más fuertes: “El sacrificio de los impíos es abominación a Jehová; mas la oración de los rectos es su gozo” (Proverbios 15:8), lo que pongo en palabras llanas “Si quieres que Dios escuche tus oraciones, sigue Sus reglas; de lo contrario, tus palabras le serán molestas”.

Antes de exigir que seamos escuchados, revisemos los deberes que vienen con los derechos… aún más en nuestra relación con Dios.


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