El Maltrato No Es Amor, Es Violencia

Cuando un hombre atropella la dignidad de una mujer.


Cuando creyendo ser dueño de ella, usa la violencia y con sus desprecios y palabras intenta manipularla, está hiriendo al regalo más valioso que Dios le obsequió porque ella es su ayuda idónea, su otra mitad, parte de su ser.
Cada vez que él utiliza sus manos para herirla y querer imponer el supuesto respeto, que no merece, pero que exige…
Está demostrando su cobardía y falta de dignidad,
está dejando ver su falta de amor propio.
Porque cuando alguien se ama a sí mismo,
no hiere a la carne de su carne.
Quien dice amar de verdad, no destroza
y mucho menos marchita a la flor más hermosa de su jardín.
No usa como pretexto ni excusa los celos,
para aislar, golpear ni apropiarse de alguien que está junto a él no por imposición sino porque desea compartir su vida en armonía con él.
Porque el que ama no solo lo dice, sino que lo demuestra, cultiva, cuida y preserva. Defiende, protege, valora y estima.
No se esconde tras la máscara del enojo para poco a poco romper en pedazos el corazón de una mujer que un día le amo,
pero que hoy le teme porque él así se lo ha ganado.
Hombre, si tu dices amarla, pero la maltratas, estás mintiendo.
Mujer, tú no tienes porque soportar el maltrato.
Rompe con este patrón.
No esperes a que un golpe de él te deje en cama o lo que es peor, a que él te mate.

¿Estás escuchando?


 Hubo una vez un hombre que retó a Dios a que hablara.  Haz arder la zarza como hiciste con Moisés, y te seguiré.  Derriba los muros como hiciste con Josué, y pelearé.  Calma las olas, como lo hiciste en Galilea, y te escucharé.
 Y el hombre se sentó junto a la zarza, cera de un muro, a la orilla del mar, y esperó a que Dios le hablara. Y Dios escuchó al hombre y contestó.
 Envió fuego, no a una zarza, sino a una iglesia.  Derribó un muro, no de ladrillo, sino de pecado.  Calmó una tormenta, no del mar, sino del alma.
 Y Dios esperó a que el hombre respondiera.  Y esperó… y esperó.
 Pero como el hombre miraba zarzas, no corazones; ladrillos y no vidas; mares y no almas, llegó a la conclusión de que Dios no había hecho nada. Finalmente miró a Dios y le preguntó: ¿Has perdido tu poder?
 Y Dios lo miró y le dijo: ¿Te has quedado sordo?
 Mateo 7:8
Todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y el que llama, se le abrirá.

¿Soy Fiel a mis metas?

Una ó varias metas personales son nuestras: son lo que queremos para nosotros y no lo que los demás quieren para nosotros. Creamos en nosotros mismos: podemos lograr cualquier cosa. Veamos lo que les digos nos quiere decir:

La clave para ser feliz es respetar nuestro deseo de mejorar nuestra vida por nuestras propias escogencias aunque, y especialmente si, los demás las ridiculizan. No permitamos que la ignorancia o la vista corta de los demás redirijan las metas de nuestra vida.

Todos tenemos nuestro propio camino a seguir... nuestro propio mapa para el futuro. La clave es comprender que todos somos diferentes y respetar sus metas tanto como las nuestras.

No aceptemos conductas que atenten contra nuestras creencias o deseos y no aceptemos conductas de amigos, familiares o cónyuges que no aceptaríamos de un extraño.

Seamos fieles a nosotros mismos. Parémonos firmes y no pospongamos nuestros sueños o deseos para agradar a algún otro en base a su idea sobre lo que debería ser...

Dios es Dios de metas y te da la oportunidad de fijar metas y lograrlas. Cada meta lograda es una oportunidad para alabar a Dios. Preparate y fija tu próxima meta.

No que ya lo haya alcanzado o que ya haya llegado a ser perfecto, sino que sigo adelante, a fin de poder alcanzar aquello para lo cual también fui alcanzado por Cristo Jesús.
Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Filipenses 3:12-14.