Gracias Señor


Qué me espera en los próximo días, los próximos meses o los próximos años. Yo no lo se. Sin duda habrá días soleados y hermosos, sin duda habrá tormentas. Venga lo que venga necesito estar preparado para darle la bienvenida con firmeza y mucho ánimo. Porque esa es la vida y aunque la vida varia, el Señor jamás varia, él es el mismo, ayer y hoy y por los siglos.

El Señor que no cambia y ha sostenido mi mano hasta ahora, también sostendrá mi mano en lo porvenir . Hoy puedo asegurar que Hasta aquí él me ha ayudado.

Hoy me siento seguro de la vida en Cristo . Hasta este momento puedo decir que algunas veces el mar ha estado quieto y los cielos azules. Algunas veces las olas se han levantado amenazadoramente y la tempestad ha rugido, pero nunca mi embarcación se ha partido estando Jesús a bordo. A través del sube y baja de las olas, yo he visto su amor y su poder gobernando esa olas y manteniéndolas a ellas en el hueco de su mano.

Si viene una hora que anuncia tempestad y la luz de la playa no se alcanza a ver, nunca temeré, porque se que el Señor está aún en el barco y el que hasta ahora me ha ayudado, se que me ayudará.

Hoy he aprendido que la tormentas siempre vendrán y por lo tanto necesito estar listo para recibirlas, más mi confianza necesita incrementarse porque Jesús está conmigo y él me hace estar seguro y gozoso a su lado. Dios tiene un propósito en mi vida y ese propósito será cumplido a pesar de las tempestades.

Señor, Gracias porque hasta aquí me has ayudado. Estoy donde estoy y hago lo que hago no por mi fuerza, tú me has sostenido y me has guardado. A veces las tempestades que se anuncian intentan atemorizarme, pero hoy quiero recordar que mi vida está en tus manos y tu sostienes mi vida y me fortaleces. Si hasta aquí me has ayudado, eso me da la certeza que aún mañana y el próximo mes y el próximo año tu me ayudarás

Librar de carga


Es muy difícil, para algunas personas imposible, hacer bien a alguien sin que se hagan sonar por los cuatro vientos “bombos y platillos” del bien que se hizo; sin embargo, cuando se provoca un mal a alguien, o fallamos y nos sentimos “de capa caída” por tal cosa, también es muy difícil, casi imposible, que seamos iguales de “cornetas” y anunciemos por los cuatro vientos que “metimos la pata” e hicimos mal. Dichos@ y bienaventurad@ quien calle en el primer tipo de caso y anuncie el segundo.

Ahora bien, ¿es malo sentirse vivo, orgulloso, contento, al hacer un bien que le ha quitado una carga de encima al prójimo? Cuando Jesús atacó y condenó a los fariseos, a quienes les encantaban hacer alarde de lo que hacían (Mateo 23), no quiso decir que la persona no debe sentirse feliz por hacer el bien, al contrario, Él dice que es motivo de incentivo de seguir haciéndolo (Mateo 25:37-40). Si esto es así, y recibiremos grandes recompensas por hacer bien no “corneteado”, ¿no es esto suficiente incentivo para dedicarse a hacerle un bien, mínimo, a una persona a la semana?

Te digo un secreto: el tipo de bien que me gusta hacer en secreto es aquel que no se puede devolver. ¿Cuál es ese? Ese bien que le quita una carga interna y emocional a la persona. Quizás le puedas dar una limosna a alguien que no puede devolvértela, porque no tiene cómo financieramente hablando; pero quitarle la fuente de preocupación a alguien, esa carga que le atormenta y que no ha encontrado cómo quitársela de encima por sí mismo, ese es el tipo de bien que nos falta hacer con más frecuencia.

Mateo 25:40
Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.