Librar de carga


Es muy difícil, para algunas personas imposible, hacer bien a alguien sin que se hagan sonar por los cuatro vientos “bombos y platillos” del bien que se hizo; sin embargo, cuando se provoca un mal a alguien, o fallamos y nos sentimos “de capa caída” por tal cosa, también es muy difícil, casi imposible, que seamos iguales de “cornetas” y anunciemos por los cuatro vientos que “metimos la pata” e hicimos mal. Dichos@ y bienaventurad@ quien calle en el primer tipo de caso y anuncie el segundo.

Ahora bien, ¿es malo sentirse vivo, orgulloso, contento, al hacer un bien que le ha quitado una carga de encima al prójimo? Cuando Jesús atacó y condenó a los fariseos, a quienes les encantaban hacer alarde de lo que hacían (Mateo 23), no quiso decir que la persona no debe sentirse feliz por hacer el bien, al contrario, Él dice que es motivo de incentivo de seguir haciéndolo (Mateo 25:37-40). Si esto es así, y recibiremos grandes recompensas por hacer bien no “corneteado”, ¿no es esto suficiente incentivo para dedicarse a hacerle un bien, mínimo, a una persona a la semana?

Te digo un secreto: el tipo de bien que me gusta hacer en secreto es aquel que no se puede devolver. ¿Cuál es ese? Ese bien que le quita una carga interna y emocional a la persona. Quizás le puedas dar una limosna a alguien que no puede devolvértela, porque no tiene cómo financieramente hablando; pero quitarle la fuente de preocupación a alguien, esa carga que le atormenta y que no ha encontrado cómo quitársela de encima por sí mismo, ese es el tipo de bien que nos falta hacer con más frecuencia.

Mateo 25:40
Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.

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