Un camino lleno de desvíos

Las señales de tránsito tienen como finalidad guiar al conductor por el camino correcto y de una forma segura. Muchas veces, cuando las señales faltan, el conductor debe valerse de tres únicas opciones: un mapa (sea físico o un sistema avanzado de GPS), la metodología de la pregunta, o valerse de sus instintos. Mientras más “certificada” sea la metodología, y si el conductor se deja guiar, más seguro y rápido será el viaje.

Un ejemplo de “no me dejo guiar por el mapa” lo vi justo en el día de ayer. Mientras se impartía el sermón tipo participativo a la iglesia, uno de los asistentes levanta su mano para responder una pregunta hecha por el expositor. La respuesta, fuera de ser extensa, estaba totalmente desviada del tema. El expositor trata de corregir el camino. Un siguiente participante, siguiendo por el mismo camino del anterior, toma aún más tiempo en su comentario desviado del tema. El expositor insiste y trata de que sigan el camino por donde él quería que siguieran. Entre estos dos y dos más, terminaron quitándole casi el 20% del tiempo al expositor, desviándose por otro camino.

Estamos terminando el año, y es más que probable que muchos de nosotros hayamos perdido mucho tiempo y esfuerzo en tomar en nuestras manos las riendas que debimos dejarle a Dios. Probablemente, similar al expositor, Dios intentó infructuosamente de llevarnos por el camino correcto, pero nosotros insistimos en tomar el que más nos gustó, o probablemente quisimos hacer unos ajustes al “mapa del camino”.

Comencemos a analizar el camino que llevamos y los desvíos que hemos tenido. Revisemos si nos estamos llevando del GPS divino, o simplemente lo apagamos para diseñar nuestras propias rutas, para que el próximo año andemos por la vía segura.

Salmos 139:23-24

Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno.

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