Por lo que no tenemos

Analizaba en este fin de semana cómo nos creamos necesidades innecesariamente. Nos preocupamos por emplear más tiempo en obtener lo que no tenemos, que en disfrutar lo que ya tenemos, y compartir con otros lo que recibimos.  Cuando esto se convierte en afán, llega el desequilibrio, la inconformidad, y la avaricia.  Respecto a esto último, te comparto esta historia que recibí hace unos días.  

El Avaro
Un anciano, en su lecho de muerte, seguía pensando en lo mismo en lo que había pensado toda su vida: El dinero.  Con su último aliento ordenó a su sirviente que colocara en su féretro una bolsa repleta de monedas de oro. 
 Cuando su alma hubo pasado al más allá, se vio de repente ante una mesa con los manjares más delicados:
-    Dígame, ¿cuánto valen todos estos manjares: el pan con salmón, las sardinas y las empanadas de carne? -preguntó al tiempo que se le hacía la boca agua-
-    Todo vale un real  -le respondieron-
-    Qué barato, pensó con regocijo, y llenó toda una bandeja con exquisitas viandas.

Cuando fue a pagar con una moneda de oro, el vendedor negó apesadumbrado con la cabeza y le dijo:
-    Quizá hayas aprendido muchas cosas en la vida, pero lo que no sabes es que aquí sólo aceptamos el dinero que has regalado. 

No pienses que la historia se trata de regalar dinero, se trata de priorizar las cosas en la vida, y de nuestra disposición de hacer para alguien más que sólo para el “yo, lo mío, para mí; lo que no tengo, lo que quiero tener”.
 Hechos 20:35
En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir.

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